Este es el primer y gran mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente… Y el segundo mandamiento es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.

Los necesitados, los rezagados, los heridos en el campo de batalla, los que no pueden defenderse, los que no tienen fuerzas para levantarse, los que sufren hambre y necesidad, son las ovejas perdidas por las que Jesucristo, el hijo de Dios, vino a esta tierra, y dijo: todo lo que a ellos hiciereis a mi me lo estáis haciendo.